martes, 7 de abril de 2015

Mandala



Mandala 2010
David Alejandro Hernández 
Fragmento de registro de la acción 






sábado, 26 de abril de 2014

Ensayo: Inmersión en el boxeo: ocio, juego y deporte. Arte y box.



 

INMERSIÓN EN EL BOXEO; OCIO, JUEGO Y DEPORTE.

 

 

 
 
 

Round de sombra*

 
*Dentro del trabajo que realiza un boxeador en el gimnasio, existe el round de sombra. Este es el tiempo en que se dedica a tirar golpes al aire, siempre pensando que está combatiendo con un oponente imaginario, realizando toda la serie de combinaciones o movimientos ofensivos y defensivos que podrían suceder en un combate real; es una estrategia de reafirmación del aprendizaje técnico boxístico y donde se pone en evidencia la creatividad del púgil. 




Nombre del autor: David Alejandro Hernández Valdes
titulo del ensayo: Inmersión en el boxeo: ocio, juego y deporte.
Facultad de artes, UAEMex, 2013.
Tomado del blog: zonatemporalmentemona.blogspot.com







Las obras artísticas son lo que son en la medida en que forman parte de un todo más amplio, en la medida en que esas partes se relacionan con ese todo; cada idea, objeto, cosa o proyecto es un caso particular o momento de un todo.

           Tanto intereses como vivencias encuentran la manera de coexistir y de relacionarse en mi trabajo. Es difícil para mí elegir un tono y un tema para hablar de ello; me interesa, antes que adornar este texto con sentencias brillantes ―de brillosas―, entender parte de lo que nutre y crea reflexión dentro de mi proceso creativo.

          
           Comencé mis estudios profesionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, después de 2 años tome la decisión de abandonar la escuela para realizar un proyecto en el que me propuse vivir en la calle. Este ejercicio tuvo una duración de 3 meses y fue durante este periodo que surgió mi interés por reflexionar acerca del tiempo libre y el ocio.

 

La Real Academia Española, define la palabra “ocio”, en tres de sus acepciones, como: “Cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad… Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman generalmente como descanso de otras tareas… Obras de ingenio que uno forma en los ratos que le dejan libres en sus principales ocupaciones”[1]. 

                                            

Las actividades regularmente catalogadas bajo el concepto de “ocio” son aquellas que realizamos en el tiempo libre. Habitualmente, éste se entiende como el tiempo utilizado para realizar actividades que no son obligatorias y que, generalmente, se hacen por placer o por gusto, a diferencia de pensar el ocio como mera inactividad.

 

Tanto el tiempo libre como el ocio, tienen relación con el trabajo, de ahí que algunos filósofos como Platón, Aristóteles, Sócrates y Epicuro señalaran que la dicha se encuentra sólo en el ocio; éste no es juego y sí recreación que ayuda a reparar fuerzas para un nuevo trabajo. En este sentido exaltaban el tiempo que estaba libre de trabajo y de fatiga como un tiempo que ennoblecía al hombre, precisamente por su libertad, por el albedrio consentido, ligado a la propia naturaleza y dignidad humana, de gastar su propia moneda de tiempo según sus deseos, en los placeres del cuerpo y del espíritu, en la ataraxia[2] y en la contemplación[3].

 

La relación entre ambos conceptos es absolutamente dialéctica y necesaria. Etimológicamente, la palabra trabajo tiene su origen en el término latino tripalium, que era un instrumento de tortura.  Esa noción es recurrente, sobre todo, en la tradición griega y judeo-cristiana, que entendían y designaban al trabajo como una actividad penosa y obligatoria, vista incluso como un castigo para el ser humano[4].

 

Las condiciones de la estructura social en la Grecia clásica se caracterizaban por diferenciar a los ciudadanos en dos grandes clases: los ciudadanos libres y los esclavos.

 

Los griegos distinguían entre tareas y ocupaciones desinteresadas. Estas últimas no estaban exentas de esfuerzo, de ahí que el ocio al que se refieren los filósofos griegos no fuese, como pudiéramos entender hoy, descanso, tiempo libre, inactividad, pereza, recreo o mera pérdida de tiempo. Los esclavos eran necesarios porque con su trabajo se cubrían las necesidades materiales de su sociedad y, por otro lado, esto permitía que hubiera un considerable grupo de hombres con la libre elección de ocupar su tiempo.   

           

El ocio griego encierra el germen del pensamiento filosófico en la idea de contemplación y, con ello, la condición de ser un interrogante o un buscador de respuestas sobre nuestra propia condición de existencia: Si no tengo que trabajar ¿cuál es el motivo y razón de mi propia existencia y de lo que me rodea?

No es el ocio griego, entonces, una expresión acabada y concreta de actividades que, actualmente, pretendemos definir como ociosas, sino que es concebido como una predisposición del ánimo o del ser para contemplar.

 

Lo que ocurre, desde mi perspectiva, durante la actividad ociosa ―sea esta la actividad que fuere: desde estirar una liga, dar un paseo, practicar un deporte o jugar ajedrez― es que, cuando se tiene la predisposición de contemplar, se genera una especie de vacío. Pues se crea una distancia entre nuestra realidad y la realidad en la que nos contemplamos al pensar en ello.

 

Prestar atención a las actividades que desarrollamos ―diciéndolo de manera burda― ya sea por placer o diversión, genera lo que yo entiendo como “Hiato”. Hiato: que en gramática es el encuentro de dos vocales que no forman diptongo y que, por tanto, pertenecen a dos sílabas distintas y se pronuncian separadas. Creo que esta es la metáfora perfecta para entender ese pequeño lugar, casi imperceptible, en que la actividad ociosa, bajo un lente agudo, permite, en algún momento, un espacio de contemplación. Como una etapa primaria, la cual se va sofisticando como herramienta del pensamiento reflexivo.

 

Las actividades que se volvieron mi objeto de interés y que, posteriormente, se transformarían en elementos recurrentes en mi producción ―ya fuesen como idea o ejercicio― regularmente mantienen en su base un patrón y se convierten en un acto repetitivo, casi mecanizado y absurdo. Por ejemplo: repetir una oración, mascar un chicle, trazar una línea sobre una hoja o superficie, correr o caminar, golpear un costal de boxeo, entre muchos otros. El absurdo dota de carácter irónico a estas acciones, cuando se proponen como trabajo, “trabajo de artista”. Trabajo que guarda una estrecha relación con la actividad laboral industrial, incluyendo la del arte contemporáneo. 

 

…mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es ese vacío en donde se sumergen esos pensamientos esporádicos[5]

Cuando me hallaba en el proceso de vivir en la calle, pensaba que el desocupado crónico tiene tiempo libre de sobra. Pero ¿qué hace con su tiempo libre? ¿Lo goza o lo sufre?  Y pensaba que, en su contraparte, está el jubilado que no haya que hacer con su tiempo libre; pues ya muchos años cumplió con horarios y actividades determinadas, que acabaron con su capacidad de elegir ocupaciones. Entonces, tenemos en un extremo al marginal que se preocupa por solucionar sus necesidades básicas, explorando un hiato tan abismal que en muchas ocasiones lo arrastra a la paranoia y, en el otro extremo, al jubilado cuya incapacidad de elección lo avienta directo al pozo de la angustia.

 

La gran revolución se dio cuando se propuso dar tiempo de descanso y recreación a los trabajadores, para que rindiesen más en sus actividades laborales ¿De aquí vendrá entonces la idea de tiempo libre como premio? Mientras más se trabaja, mayor será la búsqueda de tiempo libre. Aunque, encontrar placer y disfrute es inherente a la actividad ociosa, pues las actividades que se eligen libremente para vivir el ocio son, por sí mismas, generadoras de placer y disfrute. No se puede concebir un ocio aburrido, tedioso y penoso; pues esto en realidad sería un ocio fracasado. 

 

Sin embargo, el ocio no debe ser confundido con acciones que sólo provoquen risa. La gratificación tiene que ver con el hecho de hacer algo por el gusto que eso mismo produce y que, incluso, puede incluirse al esfuerzo en la ejecución de algunas de las actividades que elegimos para vivir el ocio.

 

Desde mi perspectiva, existe una línea muy delgada en la que este tiempo de ocio se traslada naturalmente hacia el juego. Pues, si decidimos que sean actividades de complacencia, los juegos son el modelo a seguir para tener un tiempo de ocio gratificante, placentero, reflexivo e incluso didáctico.

La relación entre ocio y trabajo suele aludir a dos polos que no se pueden entremezclar, pero que, si se piensa en juego y trabajo, pueden comportarse como elementos que bien podrían combinarse en el escenario. Aunque sea en distintas dimensiones, que se diferencian como dos formas de situarse frente a lo real. Algunas actividades, como el deporte, pueden constituir en sí mismas un trabajo y este trabajo puede constituir su núcleo en un juego.

El trabajo, ya sea impuesto o no, es una actividad cuyo fin considera obtener un resultado. El juego es entendido como la actividad por la actividad misma; el juego contiene siempre en sí mismo su fin y no tiene nada que esperar de la trascendencia.

Mientras que, en el trabajo, el tiempo se divide en tres momentos: presente, pasado y futuro; en el juego, la actividad escapa del transcurso del tiempo y vive todo momento en un eterno presente para el jugador, aunque todo transcurra en un tiempo lineal.

El juego es una actividad que se desarrolla para el disfrute, lo que es un elemento característico de todas las culturas, ya sea en un carácter ritual, meramente recreacional o profesional. Por lo tanto, es fácil deducir que jugar pertenece, de algún modo, a una especie de pulsión vital o natural.

El tema del juego es muy complejo. En estas primeras líneas hablo acerca de él, de la manera en que lo he experimentado y reflexionado. Hay un aspecto que me interesa subrayar: Jugar permite anular las conexiones naturales que establecemos con las cosas y sus particulares funciones. Para muestra las siguientes dos citas.

 

¿Hemos visto a un niño jugar? ¿Nos hemos fijado? ¿Qué hace? Tocarlo todo, trastocarlo, travestirlo, representar: el bolígrafo es un avión; el mismo un Barco o un pirata. El mundo para él no tiene un sentido[6]   

 

Cuando descubrí los ready-mades[7] pensé en desalentar a la estética. En el neodadaísmo han tomado mis ready-mades y les han encontrado belleza estética. Les tiré a la cara el porta botellas y el mingitorio como un desafío y ahora los admiran por su belleza estética[8].          

No es la apariencia del objeto, sino la lectura que ofrece: A través del juego se puede rozar, en algunas ocasiones, el absurdo, lo más anodino y corriente de la vida. Aunque queda ahí captado en una suerte de intento de legitimación del juego, como la facultad de crear con cualquier cosa que necesite únicamente la herramienta de la imaginación.

“Todo juego es, antes que nada, una actividad libre”[9].

 

Si se acepta jugar, no solo se aceptan las reglas del juego, se acepta por ende entrar al mundo de la ficción que nos separa de lo cotidiano, que nos adentra al tiempo y espacio del juego para posteriormente habitarlo. No es como el caso del ocio, en el que es el espacio de contemplación lo que se descubre; en el juego se dinamiza este estado de contemplación para entrar a un complejo aparato de actividad y es aquí cuando digo que el espacio de contemplación se puede convertir, a través del juego, en un aparato más sofisticado del pensamiento[10]

 

En un artículo anterior que he escrito sobre el Origen de los deportes, he hecho referencia a este aspecto, en el que el hombre se abstrae del tiempo y del espacio comunes para “entrar” en un tiempo fantástico, mítico, abstracto, en el que las reglas lógicas siguen otras coordenadas profundamente vinculadas a la voluntad, en este caso al deseo intrínseco de placer[11]

 

El juego es la maquinaria que permite hacer más compleja la contemplación que se hizo en el hiato, el juego lo potencia a un n número de posibilidades que dependerán, en primer lugar, del detonante; en segundo lugar, del juego.

 

El juego dinamiza la tensión existente entre el objeto y el sujeto, mediante el impulso creador.  Si el juego utiliza algún objeto para jugar, cualquiera que este sea ―resorte, liga, pelota, muñeco― siempre se establece una íntima relación entre ese objeto y el juego, lo que los hace necesarios para que ese juego exista. Estos son en su mayoría residuos u objetos de juego (juguetes),  pues  mantienen la carga del juego y una potencia de revivirlo, o, en este sentido, de provocar una experiencia estética ―aunque no sean siempre absolutamente necesarios―. El juego es entonces admirado por su belleza, en su tiempo y espacio, pues hay que adentrarse al juego para ser parte de él, aunque solo mirarlo nos hace notar su belleza, la belleza de jugar.

 

“El arte es un juego que juegan los hombres de todas las épocas”[12].

 

Baudelaire, teoriza sobre el objeto artístico a mediados del siglo XIX  y el juguete es una de las vías más sugerentes en la producción artística contemporánea. Entre las muchas características de esta ‘nueva escultura’  están la aplicación de formas y colores cercanos a lo abstracto, así como la necesaria participación del público que activa esas nuevas formas con su imaginación. Dicha intuición de Baudelaire es recogida por las vanguardias históricas que convirtieron al juguete en un icono de la modernidad[13]

 

El juguete es una de las fases por las que ha atravesado mi producción. Pertenece a una etapa de transición para entender la relación personal con el juego, el tiempo libre y mi actividad como creador.

 

Es tan importante ese proceso que el crítico afirma que el ser humano descubre el arte cuando es niño y hace lo propio con el juguete. No se trata únicamente de una valoración estética, sino de una sintonía espiritual de primer orden: por eso los niños hablan a sus juguetes, a sus muñecas y soldados, empleando la imaginación como único instrumento de placer lúdico. Es una actitud que se extiende al que juega (actor), al que contempla el juego (espectador) y por supuesto al que crea esas formas (artista). No es raro que, en textos posteriores, Baudelaire identifique a Constantin Guys como el artista moderno por excelencia, un niño sin prejuicios, con los ojos muy abiertos y la sensibilidad a flor de piel. Constantin Guys —dirá Baudelaire en El pintor de la vida moderna[14]— dibuja como un niño, con una intencionada tosquedad, porque sólo el genio es capaz de regresar a la infancia a voluntad[15]

 

Para Baudelaire el juguete sí es arte, porque su proceso de placer estético es el mismo que se experimenta ante un buen cuadro.

 

El juego se relaciona naturalmente con muchas ideas, entre ellas están las de holgura, libertad y azar. En la vida disfrutamos de estas tres, pero a la primera siempre se le relaciona con el despreocupado, a la segunda con una inalcanzable utopía y a la última, que es la que nos aqueja, la que nos preocupa, con la indeterminación. Esta es la sombra que sigue a todos los actos humanos y la mayor indeterminación es saber, entre otras cosas, sobre la muerte ¿Cómo? ¿Cuándo? y ¿Dónde?

 

El azar se afirma por doquier y, desde luego, no espera a ninguno de nosotros para reafirmarse, sencillamente porque el yo está también sometido a ese vaivén[16].

 

Al igual que el ocio, el juego contradice la seguridad de la vida cotidiana, genera incertidumbre, cuestiona el orden industrial del trabajo y de lo redituable. Pienso que el juego es también una crítica al determinismo, invade con ideas absurdas, de incertidumbre, del caos en el cosmos que obedece a un orden nuevo.

 

Jugar nunca es, por tanto, un comportamiento acerca de un objeto, ni en general es un simple comportamiento acerca de… sino que el jugar del juego y el juego del jugar (el juego que se juega y el juego en que jugar ese juego consiste) es sobre todo y originalmente un pasar, un suceder, un acontecer que en sí es indivisible e inseparable[17]

 

 El juego es una etapa más sofisticada de la mera contemplación, pues, una vez que se ha entrado al espacio-tiempo (un pasar, un suceder, un acontecer) del juego, la reflexión se torna sobre la propia existencia, sobre su carácter esencial. Entonces tenemos la necesidad de responder, o por lo menos intentar responder las preguntas: “¿cómo existimos? o ¿por qué existimos?” tanto en el juego, como, a su vez, en el mundo.

 

Aunque sea un tema complejo en el pensamiento de Heidegger, su opinión resulta ilustrativa para pensar el juego[18] desde una postura filosófica ―que ha existido en otros como Gadamer, Witgenstein, Ortega y Gasset o Fink, por mencionar algunos de los más representativos, no con la pretensión de profundizar en ello, por lo menos en este ensayo―. En el hecho de preguntarse por “el sentido del ser”, que Heidegger encuentra en la existencia, diría en la existencia humana a la que fuimos arrojados en el mundo, es la única manera de formar al ser y de abrir al ser y esto se logra por medio del juego que éste juega en el mundo[19].   

 

En su curso Introducción a la Filosofía, Heidegger llama al mundo como “juego de la vida”, según él, “Kant trata de aplicar el concepto existencial de mundo, es decir, cuando trata de caracterizar su significado en términos más bien filosóficos, habla del juego de la vida”[20]. Heidegger afirma que “la expresión ‘juego de la vida’ nace, seguramente, del estar unos con otros, es decir, de la convivencia histórica de los hombres que ofrece el aspecto de una abigarrada diversidad, contingencia, movilidad y mutabilidad. Pero todo eso, todo lo que en la vida se ve no puede ser sino reflejo de la esencia de la existencia; es decir, no puede ser sino reflejo de aquello en que consiste la existencia, pues todo ello no es sino el modo en cómo la existencia se desenvuelve histórica y fácticamente. En otras palabras, si la existencia puede ofrecer tal aspecto es que ese carácter de juego radica ya en la propia esencia de la existencia”[21].

 

El juego es aquello en lo que consiste la existencia; en su desarrollo como acto de existir, nuestra existencia esta puesta en juego. Heidegger afirmará que estar-en-el-mundo tiene carácter de juego. “Y, efectivamente […] por la totalidad del todo de aquello que llamamos mundo tenemos que decir lo siguiente: la totalidad del ser que en cada caso viene ya entendido en el Dasein[22] y, en particular, el carácter de ese comprender y la organización de lo entendido, es decir, del estar-en-el-mundo en general y, en suma, el mundo, tiene carácter de juego”[23]

 

Quizá el juego haga rememorar el sentido de nuestra existencia y de ahí el gozo de jugar juegos o apreciar juegos como reflejo del juego más grande e importante, el de la propia existencia.  

 

Heidegger conecta explícitamente los conceptos de “mundo” y “juego”. Como hemos anunciado, la ligazón entre ambos radica en la noción de “trascendencia”. En efecto, Heidegger  afirma que el estar-en-el-mundo es el original “jugar el juego”, el original jugarse del juego o jugarse el juego en el que todo Dasein fáctico tiene que entrar y ejercitarse [einspielen] para poder desarrollarse [abspielen], ocurrir, suceder, jugarse como existente “…de suerte que en la duración de su existir […] a ese Dasein le pueda ir, le pueda salir el juego, se puedan jugar las cosas y lo demás en tales o cuales términos y de tal o cual manera”[24]

 

La descripción de un sistema complejo sobre el ser, en el que reflexiona el autor, se asemeja claramente a rasgos asociados al juego, en los que se conjuga la necesidad de la regla y la disposición al azar, y a la indeterminación. Esta dualidad, expresada en ser y tiempo, hace del juego una forma privilegiada de inestabilidad y de predisposición al cambio inminente.

 

Heidegger puede sostener que el juego no es una secuencia de procesos físicos o psíquicos, sino que lo que pasa en él es libre y, por ello, siempre sometido a reglas “…el jugar se ejercita jugando, en tanto que ejecución de sí, en un juego que sólo después puede desprenderse, formando un sistema de reglas”[25].

 

El juego puede ser una actividad multifacética en la que jugar sea aquello que cada individuo mire con ojos de juego. Lo cual dependerá de la cultura, intereses y finalidades para denominarle, en un principio, como “Juego”.

 

En el juego, como en la música, encontramos también una cierta melodía vinculada a la afectividad, muchas veces tramitada en cantos, en armonía vinculada a la organización y en el ritmo vinculado a la corporeidad. Estos aspectos permitirían visualizar los juegos como algo que forma parte del Arte. En este sentido, como parte del Arte de Vivir. Este tema es contundente cuando observamos el arte de ciertos deportes, los hermanos mayores del juego[26]

 

El párrafo termina sugiriendo que el deporte es el hermano mayor del juego, yo creo que, sin duda, los deportes constituyen una de las partes más elevadas del desarrollo del juego que hoy conocemos como un espectáculo multimillonario en casi todas las sociedades. Es un escaparate, para las mayorías el “tiempo libre” que atrapa. Pues, en hacer el juego, jugar el juego y mirar el juego ya existe placer, ya que éste nos engancha sin necesidad de convencimiento.

 

El origen primigenio, del que se tiene constancia escrita, del término "deporte" aparece en lengua provenzal, en un poema de Guillermo de Aquitania (1071-1127). Aquí encontramos el vocablo deport con el significado de diversión; este sustantivo y el verbo deporter se interpretan invariablemente en el sentido de diversión, recreo, pasatiempo agradable[27].

 

El deporte ofrece su esencia de juego para saciar la necesidad lúdica que tiene el ser humano[28]

 

El tiempo de ocio nos puede proporcionar momentos para la realización personal y social, con lo que contribuimos a construir pilares, sobre los que descansa la felicidad. Ya que el sentido de lo lúdico está relacionado con la diversión, la alegría, la ilusión, los valores estéticos y sociales. Las emociones, que escapan hacia otras dimensiones de lo humano; en la actualidad corren serio peligro[29]

 

Siempre he mantenido un interés especial por los deportes, no sé si sea el ritmo, el movimiento o su casi representación de la tragedia humana ―lucha y redención, por señalar algunos― lo que me atrae. Pero, es claro que más allá del gusto por el deporte, filosofía y práctica, se encuentra este concepto ligado a las ideas “ocio-juego”, abordadas con anterioridad, lo que es, sin duda, la estructura natural en la que ha viajado reflexivamente mi producción artística y en la que se sitúa hasta el momento de hoy; aunque ésta siempre ha tendido puentes con otros intereses o ideas.

 

El deporte pertenece a una categoría de esfuerzo placentero en el que se satisface una necesidad o pulsión ligada al juego; su necesidad es diferente a la del trabajo y, por consiguiente, es una clase de esfuerzo superfluo desde esta perspectiva. Cabría aquí considerar al deporte, quizá, como una actividad artística. 

 

Aunque el término estética tiene varios significados especiales, en el contexto de las ciencias sociales se emplea preferentemente para designar el conjunto de investigaciones que están relacionadas con las artes. Estética es el estudio del comportamiento y la experiencia del hombre al crear arte, al percibir y comprender el arte y al ser influido por el arte. El arte es el medio que promueve una fusión del individuo con el todo. El hombre, para rebasar los límites que le impone la individualidad y convertir a ésta en social, tiene que apropiarse de otras experiencias que le atraigan poderosamente para así poder compartirlas y sentirlas con los otros seres humanos. La estética mantiene una estrecha relación con el arte, a través de la belleza, el agrado, la armonía y las emociones que provoca una obra de arte. El gusto es el instrumento que poseemos para que una obra de arte nos agrade o desagrade, nos emocione o no. En función de esas íntimas e intransferibles sensaciones emitimos un juicio estético sobre aquello que observamos. El deporte es una manifestación humana que se constituye en una obra de arte en cuya naturaleza subyace el espectáculo deportivo que concita enormes muestras de agrado, emoción y adhesión en casi todo el orbe, configurando por derecho propio un arte deportivo y, en consecuencia, una genuina estética deportiva[30].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 







Round de estudio*

 *Se dice del round o asalto en un combate donde los boxeadores profesionales salen a examinar a su rival. Es un ejercicio de análisis de la característica o las deficiencias de su enemigo, lo que puede aprovecharse en su contra, para ganar la pelea. Es muy común ver que suceda esto en los boxeadores experimentados y que este también sea el primer round de las peleas profesionales.     

 

Uno de los sociólogos más prominentes de México, el Maestro Oscar Uribe Villegas me hizo una pregunta hace casi 10 años: “¿En qué se parece el arte y el deporte?”. Sin saber qué contestar en ese momento, me dijo: “El deporte y el arte son disciplinas hermanadas, pues el hombre las hace solo por placer, generan placer y le encaminan a la virtud”.

 

Casi toda mi vida he realizado alguna actividad deportiva. Mi tiempo libre en numerosas ocasiones era y es ocupado con algún juego de futbol soccer, basquetbol, voleibol o ajedrez. Ya antes había practicado deportes de combate como karate y kick Boxing, también me inicie en el beisbol, futbol rápido, atletismo, natación, entre otros. Ya en la universidad comencé a practicar el deporte del boxeo y, para ser sincero, no lo consideraba algo serio e incluso opinaba despectivamente sobre él; irónicamente lo he practicado más que a ningún otro.

 

“La sociología es un deporte de combate”[31].

 

Una vez dentro del deporte del boxeo comencé a pensar acerca de las técnicas de estudio e intromisión social, como la etnografía. Entonces decidí hacer de esta experiencia pugilística una especie de inmersión de artista, para así sumergirme en ese mundo lo más profundamente posible, pensando en salir nuevamente a la superficie para establecer relaciones con el arte o desde el arte.

 

Según la acepción de Malinowski, la etnografía es aquella rama de la antropología que estudia descriptivamente las culturas. Etimológicamente, el término etnografía significa la descripción (γράφειν) del estilo de vida de un grupo de personas habituadas a vivir juntas (έθνος). Precisamente, el ethnos sería la unidad de análisis para el investigador, ésta no sólo podría ser una nación, un grupo lingüístico, una región o una comunidad, sino también cualquier grupo humano que constituya una entidad cuyas relaciones estén reguladas por la costumbre o por ciertos derechos y obligaciones recíprocos. Así, en la sociedad moderna, una familia, una institución educativa, una fábrica, una empresa, un hospital, una cárcel, un gremio obrero, un club social y hasta un aula de clase, son unidades sociales que pueden ser estudiadas etnográficamente. Y, en sentido amplio, también serían objeto de estudio etnográfico aquellos grupos sociales que, aunque no estén asociados o integrados, comparten o se guían por formas de vida y situación que los hacen semejantes, como los alcohólicos, los drogadictos, los delincuentes, los homosexuales, las meretrices, los mendigos, etcétera[32].

 

En teoría, el objetivo inmediato de un estudio etnográfico es crear una imagen realista de algún grupo para comprenderlo y compararlo con otros grupos y/o autores. Es necesario hacerlo in situ, es  importante recoger impresiones, deben registrarse fielmente los datos empíricos tal y como suceden natural y espontáneamente. No existe hipótesis o problema inicial en forma explícita. La investigación etnográfica consiste en la producción de estudios analítico-descriptivos de grupos y los investigadores evitan la manipulación de variables, o el modificar el grupo de modo alguno, aunque esto resulte casi inevitable.

 

El método etnográfico no necesita justificación alguna para el área antropológica: la historia de los resultados y servicios que ha prestado son su mayor aval. Algunas veces se cree que la etnografía es meramente descriptiva, algunas otras, y en contraste, se pone énfasis en el desarrollo y la verificación de teorías. Bajo estos parámetros y prestando especial atención a la idea de evitar la manipulación de variables, o modificar el grupo estudiado de modo alguno, considero lógico pensar mi proceso como una inmersión y no como una etnografía.

 

Mi intención era convertirme en un observador-participante sin el rigor epistemológico de la observación científica; lo cierto es que la zambullida fue tan profunda que, en realidad, fue un sumergimiento total, a tal grado que me transforme en boxeador, me convertí en un miembro activo del grupo. Luego entonces, he intervenido la comunidad de manera directa y, de alguna manera, al mismo tiempo soy parte del fenómeno.

                                                                                                       

En los verdaderos parámetros de lo que se entiende como estudio etnográfico,  dentro del pugilismo, se encuentra el trabajo elaborado por el sociólogo francés Loïc Wacquant, titulado Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador[33]. Este autor se presenta a sí mismo como un “sociólogo urbano”, estudia la transformación de las ciudades y la marginalidad social.[34]  Wacquant es considerado el principal discípulo de Pierre Bordieu ―con quien escribió algunos libros como Antropología reflexiva (México, Grijalbo, 1994), Las astucias de la razón imperialista (1999) y participó del volumen colectivo editado por Bordieu bajo el título de La miseria del mundo (2000)―. Sus investigaciones se extienden en diversos tópicos como la pobreza, dominación racial, marginalidad, desigualdad urbana y regional, así como la cárcel y la violencia. 

 

Mientras estaba en Chicago, intentando entender mejor el ghetto, decidí hacer investigación de campo, para realizar mis primeras observaciones. Por casualidad, luego di con un gimnasio de boxeo, entonces comencé a ir y aprender cómo boxear. Practiqué boxeo allí por cuatro años y utilicé el gimnasio como instrumento para observar el ghetto, pero luego también decidí estudiar el propio mundo social del gimnasio de boxeo y la ocupación del boxeo como un arte corporal en sí mismo. Entonces desarrolle mis estudios sobre dominación racial, sobre desigualdad comparada y sobre el cuerpo[35]

 

Encuentro de gran importancia la parte en que menciona que decide estudiar “la ocupación del boxeo como un arte corporal en sí mismo” y esto, de hecho, se convirtió en un fundamento de mi producción, la cual no abordé por las líneas de Wacquant, sino por una convicción propia que se advertirá en futuras líneas y de la que, sin duda, Entre las cuerdas es un ejemplo extraordinario de un estudio social serio, combinado con la pasión que hace sentir en carne propia el boxeo, con toda su exigencia mental y física.

 

Wacquant, al inmiscuirse en un gimnasio del sur de Chicago, pretendía develar de inicio algunos mecanismos o dispositivos que ayudaran a comprender parte de la división racial y las transformaciones sociales en los barrios relegados. El gimnasio que eligió era frecuentado en su totalidad por negros que provenían de los barrios más desfavorecidos, aunque, en sus propios apuntes, narra cómo inclusive se sintió tentado por la idea de abandonar su vida académica y dedicarse al arte de los puños. Finalmente, se entrenó con tal conciencia que logró realizar, después de varios años, un combate de boxeo en el torneo de los Guantes de oro en la ciudad de Chicago y, aunque el resultado no fue favorable, su trabajo escrito es una obra exquisita de investigación, de la cual retomaré algunos puntos más adelante.

 

En el ámbito del arte, Raúl Ortega Ayala, que se define a sí mismo como artista, jardinero, cocinero y espectador contemporáneo, muestra que su trabajo es el resultado de inmersiones en diferentes entornos, que, a propósito, busca experimentar a través de la investigación u observación, durante un período prolongado de tiempo. Conocí a Raúl Ortega en un curso-taller que dirigió con el título de “Metodologías del arte” en 2011. Ortega sin duda piensa como metodología a la experiencia de observar y aprender de primera mano, habitar diferentes medios o espacios para empaparse de ellos. Estas experiencias son, en una primera etapa, aprendizajes y reflexiones en torno a ese nuevo ambiente, lo que posteriormente se condensa en piezas que él exhibe con una postura crítica y astuta sobre el tema abordado. 

 

Etnografía o no, en cierto momento, su trabajo se nutre de un acercamiento a otra área o campo. En una entrevista que tuvimos lo cuestioné sobre la posibilidad de concebir, ya sea como pieza artística, el hecho de nombrarse, envestirse o denominarse, no sólo como artista, sino además con otra profesión; en su caso, cocinero o jardinero. Finalmente, los dos coincidimos en que sí lo era, precisamente, porque no usábamos el rigor del método sociológico. Pensándolo siempre desde la postura de artista, vimos pues que no es necesaria la vigilancia epistemológica a la que se debe el “científico social”.

 

Entonces, zambullirse y suponer salir a flote para dialogar con las prácticas artísticas contemporáneas y desde ahí proyectar o producir, no era la única forma de pensar lo que estaba haciendo dentro del deporte del boxeo ―si bien éste lo permite solamente bajo la condición de pensarlo desde las prácticas artísticas contemporáneas―. Ya había en el simple hecho de hacerlo y de serlo (boxear-boxeador) un acto artístico. Sin por ello suponer la simple connotación estética del deporte, en general, y del boxeo en particular.

 

Aprender el oficio de los puños y desempeñarme en él, me convertía en un boxeador y en esta denominación había una forma de sintetizar el proceso de inmersión. Siempre pensé que hay diferentes grados de observación, inmersión y/o participación. Por mi parte, me había convertido no sólo en un aprendiz de boxeo; era además ya un boxeador activo. Esto lo logré en un periodo relativamente corto para un púgil que comenzó a aprender muy tarde. Comencé a destacar dentro del deporte, convirtiéndome en campeón universitario, campeón estatal, subcampeón regional y participando, además, en la Olimpiada Nacional 2011, en el torneo Guantes de oro y en el Campeonato estatal cinturón corona de primera fuerza 2011. En este último evento logré el subcampeonato ―queda un poco de duda si realmente perdí el combate final ante Cristian Soto, quien reconoció ante mis compañeros de gimnasio que creía haber perdido―. También, en ocasiones me hablaba Adrián “El confesor” Hernández, campeón mini mosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), para hacer de su sparring: me había ganado a golpes la denominación de boxeador, con por lo menos 40 peleas, cientos de rounds de sparring con boxeadores amateurs y profesionales, aunque, sobre todo por que acepte día a día, el compromiso que implica serlo.

 

Adentrarse a este ámbito del boxeo, hizo que avistara mi cuerpo como una herramienta primordial en dicho proceso. Mi cuerpo es, de hecho, una especie de bitácora donde se ha ido alojando todo el material de la inmersión (cicatrices, se adelgazan o fortalecen músculos específicos como los tríceps y cuádriceps, se endurecen los nudillos, se crean callosidades en las manos, se agudizan los reflejos, en otras palabras se re-define la morfología del cuerpo y se le enseña un nuevo lenguaje).

 

Si bien el etnógrafo usa una observación aguda, al igual que el artista hace uso de fotografía, video o grabaciones de audio, por mencionar algunas, es el sujeto investigador y, en este caso específico, el artista que se convierte en la herramienta primordial que da existencia y posibilidad de existir al proceso, pues sin ello el trabajo sería inconcebible.

 

Pero esta flexibilidad descansa en el investigador que transforma a las técnicas de recolección de información en partes del proceso de construcción del objeto de conocimiento-.  En esta búsqueda, donde descubre simultáneamente lo que busca y la forma de encontrarlo, el investigador se convierte en la principal e irrenunciable herramienta etnográfica[36].    

 

En el caso del boxeador, el cuerpo es la herramienta primordial, que a veces se reduce arbitrariamente a los puños. Aunque realmente es el cuerpo y la mente lo que debe entregarse con todo su ímpetu para hacerse boxeador ―diría encarnarse boxeador y sería probablemente más exacto escribir, sacrificarse para ser boxeador―. Ahí la magia, el encanto de lo que considero una constante iniciación, en un grupo fraterno de hijos del mismo dolor; es más que difícil desentenderse de algo que se construyó con la carne, con la herramienta de nuestra existencia. Basta leer el siguiente extracto del libro entre las cuerdas:

En la embriaguez de la inmersión llegué a pensar en algún momento en interrumpir mi carrera académica para ‘hacerme’ profesional y seguir así cerca de mis amigos del gym y de su entrenador, Dee Dee Armour, quien se convirtió en un segundo padre para mí...

 

[El pié de página de esta cita versa]

 

Como lo demuestra esta nota, entre otras del mismo tenor, consignada en mi cuaderno de agosto de 1990: ”Hoy me he divertido enormemente en el gimnasio, hablando y riendo con Dee Dee y Courtis sentados en la sala atrás y simplemente viviendo y respirando entre ellos, empapándome como una esponja del ambiente de la sala, cuando de pronto sentí una angustia opresiva ante la idea de irme a Harvard (donde me acababan de contratar). Siento tal placer con sólo estar aquí que la observación se vuelve secundaria y, francamente, me digo que dejaría gustosamente estudios, investigaciones, y todo lo demás por poder quedarme aquí boxeando, ser ‘one of the boys’. Sé que es una locura y seguramente ilusorio, pero, en este momento, las perspectiva de marcharme a Harvard, de tener que presentar una comunicación en el ASA (congreso anual de la American Sociological Association), escribir artículos, leer libros, asistir a conferencias y el tutti frutti universitario carece de sentido, es deprimente, tan aburrido (y muerto) respecto de la alegría carnal pura y vivaz que me ofrece esta porquería de gym (hay que ver las peleas dignas de Pagnol entre Dee Dee y Courtis) que me gustaría dejarlo todo, drop out, por quedarme en Chicago. Esto es crazy. PB [Pierre Bourdieu] me decía el otro día que temía que me dejara ‘seducir por mi objeto’ si de verdad supiera ¡dónde estará ya la seducción!”[37].

 

Resulta interesante y necesario, pensando en la inmersión desde la plataforma del arte, establecer un vínculo con la performance por su relación con el uso del cuerpo: de cierta forma siempre me mantuve atraído por la idea de la acción, pensando en la importancia del proceso más que en el resultado. La improvisación y el trabajo directo del cuerpo me llevaron a realizar diversas propuestas bajo esta idea de performance, pero ¿qué es la performance? Para responder a la pregunta retomaré información que recibí en el aula de clase con el  M. en A. V. Álvaro Villalobos Herrera, sobre una publicación de su autoría titulada Presentación y representación en el arte contemporáneo [38] de la que rescato sobre la performance la noción de que es un “género nacido en la década de los sesenta, como arte viviente, no solo por la intervención de personas dentro de sí, sino también por que arranca de la vida misma, de la existencia ordinaria, practica y sustancial, […]  no bastando como en el caso del happening con la incorporación de seres vivos a los ambientes y que el artista sea uno de ellos, sino que lo importante en una performance es que su intervención física adquiera una preponderancia cada vez mayor hasta volverse exactamente indispensable dentro de la obra, haciendo del artista la obra misma”[39] cabe mencionar que si bien en el proceso de inmersión en el boxeo, es el cuerpo el que se va construyendo con el trabajo realizado dentro del gimnasio y el artista asume la mayoría  de la carga plástica a través del cuerpo; no se puede considerar a la performance desde esta perspectiva totalizante pensándole como “al artista la obra misma” aunque en algunos proyectos se pueda suponer así. Lo que es fundamental es entender al cuerpo como herramienta primordial del performance. 

 

Al revisar un poco las ideas anteriores, es justo la inmersión etnográfica la que encuentra en el sociólogo la herramienta básica de trabajo. En el caso de Wacquant, él mismo admite que ha sido absorbido de tal manera que se ha dejado seducir por el objeto de estudio, tanto así que podría ser seriamente atacada su inmersión desde el punto de aquellos que escudan el accionar de un sociólogo desde la vigilancia epistemológica aguda, sagaz y siempre consiente,[40] aunque en el caso del artista no haya necesidad de guardar tal limitación y, por ende, sea precisamente la seducción la que anime a seguir devorando con gran ansiedad toda manifestación que nos apetezca del objeto, lugar o fenómeno en el que nos encontremos inmersos.

 

Asistir al gimnasio, acondicionarse para tener un mejor rendimiento, alimentarse sana y correctamente, aprender la técnica del boxeo, ―desde la parada de combate guardia, pasando por el caminar y los golpes, y así sucesivamente hasta llegar a complejos sistemas tácticos― de la defensa y el ataque, aprender combinaciones, desarrollar un cuerpo y una mente que permitan desenvolverse sobre un ring para realizar una sesión de sparring, permite entonces competir en el boxeo: Todo este aprendizaje que lleva como consecuencia a la denominación de boxeador, y con ello la responsabilidad de practicante y/o ejecutante, hace que se vea al deportista mismo como una obra. Ahora, desde la perspectiva del arte, el artista y su accionar son la obra misma. Es el cuerpo vehículo y herramienta para el artista de la performance.

 

La frase “encarnarse en el boxeador” que mencione anteriormente, revela para mí la gran importancia que concedo al cuerpo como herramienta de este proceso de inmersión la que sin duda también guarda una relación muy próxima al hecho de embarcarse en una práctica artística, siendo esta, en mi caso, la performance. Como dice Villalobos: “Las acciones no solo trabajan con el cuerpo, sino con el discurso del cuerpo”[41]. El cuerpo es herramienta, receptor y obra que se conforma a cada instante. El proceso-inmersión constituye una vía de aproximación a un grupo, fenómeno o medio determinado; en este caso aprender a boxear es el proceso ―para resumirlo inapropiadamente― y boxear es en gran medida la obra que se establece, por lo menos, para completar la inmersión, cuyo grado de profundidad dependerá del ejecutante.

 

Una bitácora donde se lleve un control de datos, ideas y reflexiones es imprescindible para un sociólogo; en el caso del artista creo que puede ser o no importante, sin embargo se van adquiriendo conocimientos, experiencias o una serie de residuos materiales (guantes, vestimenta, trofeos, videos, fotografías) aunque, para un boxeador sea su cuerpo la verdadera bitácora donde se depositen datos, huellas, trazos, formas, cicatrices, etcétera.

 

El deporte, en sí mismo, constituye un arte y el practicante encarna la voluntad creadora; en el boxeo encontramos la denominada “estética del boxeo” que se refiere a la correcta ejecución de la técnica boxística por parte del púgil, aunque lo mismo también corresponda al deporte en general. Ahora bien, cuando se estudia este aspecto, se admira la coordinación dinámica de los cuerpos, que ejecutan ágilmente acciones y reacciones, mostrando la mecánica corporal en todo su esplendor, transformando su accionar en un acto artístico consumado.

 

El boxeo es un arte que estremece al espectador con cada golpe, con cada movimiento. El espectáculo sobre el ring está iluminado como con las luces cuidadosamente dirigidas a un cuadro en museo: pues también ahí se encuentra encarnada la voluntad creativa, al mostrar sus cuerpos, exhibiéndose a sí mismos en un cuadro con movimiento. Lo que nos invita a pensar que son representaciones de hombres griegos o batallas épicas, quizá nos recuerda nuestro primitivo instinto de lucha, de conflicto, de dialéctica, la supervivencia del más fuerte.

 

Cualquiera que haya visto una contienda de boxeo en vivo, ha escuchado el sonido de la campana y posterior a éste ha visto la danza[42] ejecutada por los boxeadores, entre las cuerdas, en donde se balancean y abalanzan, donde cada golpe suena con especial estruendo; así, al advertir al público se les verá tomarse de los cabellos o bien gritar improperios para hacerse participes de la contienda. Un tercer personaje, sobre el cuadrilátero, los orquesta, los conviene para que nos den un concierto armonioso sin golpes bajos ni marrullerías y en el que siempre se espera ansiosamente ver a uno de esos dos cuerpos desplomarse sobre la lona.

 

Es el cuerpo de los combatientes sobre el que recae toda la carga estética, cuando ejecutan la técnica boxística. Aunque, desde el inicio de la preparación pugilística, el cuerpo tome especial relevancia, su importancia va asimilándose en diferentes etapas que corresponden al nivel de aprendizaje del boxeador, pues mientras más tiempo y experiencia se tenga, dentro de la lógica funcional del gimnasio, las implicaciones con su cuerpo y el cuerpo de los otros toman mayor importancia.

 

Lograr una coordinación, desde la parada de combate o guardia del boxeador, y de ahí comenzar a desplazarse ya implica un trabajo de coordinación que debe digerirse conforme pasan los días dentro del gimnasio. Tan solo la guardia se vuelve un elemento técnico que se debe memorizar, pues su incorrecta ejecución es la causa de que se reciban golpes innecesarios sobre el ring. 

 

Con esto quiero reiterar que es el cuerpo donde realmente se acumulan, amontonan y almacenan los aprendizajes de boxeo; mi entrenador Carlos Duarte Contreras exclama a menudo, en el gimnasio, que los músculos tienen memoria y que la memoria muscular pasa a ser memoria cerebral. Bajo esta lógica, aquél que se encuentra tirando mal algún golpe, o trabajando mediocremente, generara una memoria que el cuerpo reconoce por costumbre; así que, el día que éste decida trabajar en serio o se enfrente en un combate a alguien que le exija mayor fuerza o velocidad, le será imposible reaccionar, pues en los entrenamientos se ha pasado haciendo de su cuerpo un manejo inadecuado que dará como resultado incompetencia y frustración en el momento de competir.

 

De entrada, hay que ser consciente de la mecánica corporal que exige el boxeo en sus fundamentos técnicos. Estos se adquieren poco a poco con la constante repetición, día tras día, como forma didáctica del aprendizaje. La capacidad del cuerpo para aprender, memorizar y ejecutar será proporcional a la clase de boxeador que se puede ser. Digo proporcional, aunque ser boxeador sea más que sólo eso; ser boxeador va acompañado de un sin número de lineamentos disciplinarios y rutinas ascéticas que se deben cumplir al pie de la letra, además de tener ganas de serlo y estar a pie de cañón, pues no serviría de nada conocer los fundamentos del boxeo si no se desea pelear. Además, hay que mantener una dieta estricta, hay que dormir temprano, evitar los vicios, algunas veces hasta el contacto con las mujeres para no perder lo que llaman la fuerza de las piernas, ente otros menesteres.

 

Reconocer su cuerpo, es la tarea primera del boxeador, el acondicionamiento físico que exigirá correr algunas veces distancias largas, otras cortas a velocidad o combinadas, aunado a la serie de ejercicio de fortalecimiento de los músculos ―abdomen, tríceps, cuádriceps femorales, dorsales, los 9 músculos de los hombros por mencionar los más importantes― se debe combinar el trabajo dentro del gimnasio, “hacer sombra” ―tirar golpes al aire como si estuvieras enfrentando a un boxeador imaginario―; “escuela de boxeo” ―donde se practica con un compañero una serie de técnicas ofensivas y defensivas dirigidas por el entrenador y que, de hecho, constituye la principal herramienta de aprendizaje―; “golpear los aparatos” (costales, pera loca, pera fija, llantas o manoplas) y “hacer sparring” ―sesión de boxeo sobre el ring, pero con protección en la cabeza llamado casco o careta y unos guantes más grandes para disminuir el daño que se le puede hacer al contrincante―. Todo ello hace del boxeo una práctica deportiva extenuante, por eso muchos abandonan los gimnasios en los primeros días de entrenamiento. Recuerdo la frase “Se anda a gusto por el camino del vicio ―seguido es el sendero― cerca se haya de cada uno de nosotros. Por el contrario, los dioses lo han puesto delante de la virtud los sudores”[43].

 

“El dominio teórico sirve de poco mientras el gesto no haya quedado grabado en el esquema corporal; y sólo una vez asimilado el golpe con y por el ejercicio físico repetido hasta la náusea, queda completamente claro para el intelecto.” [44]

 

El boxeador primero reconoce su cuerpo por medio del dolor o la capacidad de resistencia al trabajo físico. Otra etapa corresponde a comprender cuánto conocimiento se absorbe. Hay una primera introspección de su habilidad o coordinación motriz que en casi todos los gimnasios se practica delante de un espejo o de otro compañero. Esto representa una herramienta crítica en el boxeador, se podría decir casi lacanianamente[45] de auto-reconocimiento, donde asume sus primeras imágenes, gestos aprendidos para tomar conciencia de sí mismo. Mientras más tiempo pase dentro del gimnasio, ira memorizando las acciones para aplicarlas de forma autómata cuando la ocasión lo amerite: sparring, combate formal o incluso una pelea callejera.

 

“Aprender a boxear es modificar sin darse cuenta el esquema corporal, la relación con el propio cuerpo y el uso que de él hacemos habitualmente para interiorizar una serie de disposiciones mentales y físicas inseparables que, a la larga, hacen del organismo una máquina de dar y recibir puñetazos, pero una máquina inteligente, creadora y capaz de autorregularse al mismo tiempo que renueva el interior con un registro fijo y relativamente limitado de movimientos en función del adversario y del momento. La imbricación mutua de las disposiciones corporales y mentales alcanza tal grado que incluso la voluntad, la moral, la determinación, la concentración y el control de las emociones se transforman en el mismo número de reflejos del cuerpo. En el boxeador hecho y derecho, la parte mental forma parte del físico y viceversa; el cuerpo y la cabeza funcionan en simbiosis total.” [46]

 

La repetición es el núcleo didáctico del boxeo, ―hago especial énfasis en esta circunstancia, pues es fundamental en mi trabajo, sobre todo cuando comienzo a pensar sobre ocio― la intención de la repetición es hacer de cada elemento técnico una memoria, que cuando se necesite se pueda ejecutar de manera natural, como si existiera un archivo en el cuerpo que simplemente lo hiciese reaccionar en tiempo y forma. Si se da el caso que el aprendiz no adquiere el conocimiento con la repetición, existe como último recurso didáctico aprender por una vía más dolorosa. Por ejemplo, el entrenador puede insistir una y otra vez que se levante la mano izquierda en la guardia, pero si no lo entiende, puede ser que durante una sesión de sparring o combate, sean los golpes quienes ayuden a levantar la mano izquierda de tu guardia para no ser más lastimado.

 

“A menudo se ha comparado a los boxeadores con los artistas, pero una analogía más exacta apuntaría más bien al mundo de la fábrica o al taller del artesano. Porque el Noble Arte se parece punto por punto a un trabajo manual calificado pero repetitivo: Los mismos boxeadores profesionales ven el entrenamiento como un trabajo («Es un trabajo que debo hacer», «Tengo que hacer mis deberes», «Es como tener otro trabajo») y sus golpes como una herramienta.

 

“Como ha señalado acertadamente Gerald Early, «la palabra que viene a la cabeza más que ninguna otra cuando se observa a los boxeadores manos a la obra en el gym es "proletariado". Estos hombres están empeñados en una labor honesta y completamente espantosa y, lo que es más sorprendente, este trabajo es todavía más grotesco que la pesadilla de la cadena de montaje. Y proletariado es una palabra completamente adecuada para estos boxeadores a los que llamamos tontos y paquetes[47].

 

El trabajo repetitivo, como base de la actividad del boxeador y de su esquema didáctico, me hace pensar a menudo sobre una actividad mecanizada; cierto es que podría perecerse a la actividad del obrero: ambos realizan la misma actividad una y otra vez siendo su fuerza de trabajo lo único que poseen y ―aunque esto suene marxista― es común escuchar entre los boxeadores: “Lo único que tengo son mis puños para salir adelante”. Lo que significa salir de la pobreza.

 

 La actividad repetitiva nos lleva a una especie de vacío, como bien lo declara, en el extracto del primer capítulo, Murakami: “…mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabria afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es ese vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos…”[48]

 

Quiero definir al vacío como “ausencia de algo”, no para que implique una discusión filosófica o física del vacío y sus posibles definiciones. Este estado es al que se refiere Murakami: producto de la acción repetitiva de correr, que es un proceso articulado de los movimientos del cuerpo, acompasado y rítmico, en el que cada braceo se acompaña del movimiento de las piernas, los pies, la cintura, en fin, toda una mecánica corporal que es conocida simplemente como correr. Este proceso que se repite a cada paso o zancada, lleva a un estado de suspenso, un espacio, un hiato dentro de los pensamientos, quizá Murakami se encuentra con una especie de vacío que antes no estaba claro y lo fue solo hasta estar en medio de la carrera. También dice que, después de que se agolpan los pensamientos unos tras otros, de repente aparece la calma. No es que antes estuviera vacío o careciera de algo que ocupara ese espacio, es decir, lo importante es que la acción de correr provoca o ínsita a reconocer este espacio “…los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo.” [49]

 

Como ejemplo yo he realizado también diversas acciones repetitivas ―como poner un clavo tras otro hasta cubrir cierta área, doblar un mismo objeto de diferentes maneras, correr, hacer una marca sobre una crayola a cada braceo durante una carrera de 10 kilómetros― y creo concluyentemente que éstas provocan cierto espacio, donde no prevalece el vacío precisamente, sino un espacio de reflexión. He denominado “Hiato” a este proceso, en el primer capítulo, un pequeño espacio que permite generar una pregunta, la primera: “¿Qué es este estado que no reconozco como el estado en que me encuentro habitualmente?”. Entonces el cuerpo puede ser, desde mi perspectiva, una herramienta para acceder a un estado de contemplación y ataraxia, por tanto de reflexión. Esta es parte de la esencia de mi trabajo en la que el proceso encuentra su razón, además de un gusto personal por hacerlo, es un proceso de introspección y/o reflexión.

 

Ahora bien, cuando se juega y se advierte que se está habitando otro espacio, que es el del juego, nos da luz sobre nuestra existencia. Somos en el juego en tanto que existimos en el juego y jugamos lo que jugamos, es como mirar en paralelo nuestra existencia de la vida corriente en el que nos hacemos consientes de habitar otra existencia ―la del juego―. Gadamer en Verdad y Método le denominará a este estado suspenso: “…En el comportamiento lúdico no se produce una simple desaparición de todas las referencias finales que determinan a la existencia activa y preocupada, ―refiriéndose a la vida corriente― sino que aquellas quedan de algún modo muy particular en suspenso”[50].

 

Este suspenso es el espacio ya reconocido. Si en el acto repetitivo era algo meramente contemplativo y el lugar ―espacio―vacío que era irreconocible, ahora el juego lo dota de carácter con la pregunta más inaplazable, la cuestión es sobre nuestra propia existencia. Como puede leerse en este pequeño extracto:

 

Jugando el hombre se descuida del mundo, deja de lado todas sus protecciones y olvida la carrera contra la muerte y la nada en que se convierte su vida. Jugando, uno pone todo de sí en ese momento raptado al destino y le otorga el sello indiscutible de la propia humanidad, eso que nos hace específicamente humanos: “cada juego es un ensayo de vida, un experimento vital…y que plantea una tarea particular al hombre que juega[51].

 

El “abrirse de la existencia humana al abismo de estar por medio de juego, a estar en su totalidad, que es también una forma de juego” [52] es propio de los juegos más elaborados. El boxeo, que me atañe en este ensayo, pertenece a los juegos reglados, supremos ejemplos del juego llevado a su máxima expresión ―los deportes―. Estos traen consigo el placer del jugar y son, desde mi perspectiva, una representación de la vida, lucha y desenlace, representadas en la lucha por la supervivencia y la victoria o derrota ―vida o muerte―. En estos juegos convergen las emociones vitales y hacen que el deporte no sólo tenga carácter lúdico, sino existencial. En este deporte, el público mira una representación ritual contemporánea de esa lucha por la vida, la felicidad o la gloria y le hace consiente, en sus fibras más íntimas, de su propio juego de la vida.

 

 

“Cabe decir que al jugar están presentes aquellas cosas buscadas en la vida como ideales: la felicidad, la alegría, la libertad, lo que se desea alcanzar mediante el trabajo y el amor; el vértigo, la tensión, la victoria que producen la lucha; lo indefinido, lo insondable de la muerte. Sólo se podrá hallar la felicidad en el estado lúdico donde jugar y vivir son la misma cosa. Por ello se puede afirmar que el poder jugar e inclusive el poder jugar a ver jugar es tan importante en la configuración de la dinámica del mundo que vivimos. En este sentido, podemos afirmar que la propuesta de Fink avanza mucho más de lo propuesto por Heidegger en sus lecciones de introducción a la filosofía: no sólo el juego es una manera de ser en el mundo, sino que el juego es la manera genuina de la vivencia del mundo, porque afirma este autor que el juego posee los atributos cósmicos propios del arkhé, de lograr armonía y equilibrio en la vivencia del ser.” [53]

 

El boxeo es una representación brutal de esta otra representación ―juego de la existencia― pues la vida misma está en juego. También la salud física y la muerte son, en el caso extremo, una posibilidad de desenlace, lo que hace de este deporte un rito contemporáneo a la vida y a la muerte. El juego hace presente la pregunta sobre nuestra existencia, he aquí su esencia filosófica: ¿Cuál es el papel que ocupamos en el mundo?, si éste puede ser entendido como un juego el que fue arrojado el ser mismo, el dasein para rememorar a Heidegger.

 

La muerte una especie de analogía de la derrota, circunstancia que, de hecho, ocurría en el juego de la pelota de los mayas y que hoy sigue ocurriendo en muchos deportistas de alto rendimiento, que mueren en el juego por malformaciones cardiacas congénitas, golpes o accidentes que son parte de este acontecer azaroso e indeterminado del juego, en el que donde perder o ganar, seguir avante, apostar, sufrir, gozar, siempre nos recuerda la vida misma.

 

…el boxeo profesional no es una broma, es para destrozarte, ¿sabes?. Es un juego duro, cuando pasas a profesional, es duro; [corrigiéndose] no es un juego. En amateurs te diviertes. Los profesionales intentan matarte.[54]

 

Aquí vemos  la contradicción del sentido simple que le han dado al juego, en su uso corriente, como algo carente de seriedad, importancia o sensatez. Pero, en este otro sentido de juego, como juego de la vida o representación de la vida, en el que se juega la vida misma, el mundo para el dasein o el cuadrilátero para el boxeador es donde se encuentra la mayor carga estética y filosófica. Recuerdo una frase que leí en un café de la ciudad de México, atribuida al ya fallecido comentarista deportivo Pedro “El mago” Septién: “Si el beisbol es matemática oculta y brillante ballet; el boxeo es demoledora precisión y distancia engañosa, es toda la vida retacada en tres minutos apenas”.

 

Toda la vida retacada en tres minutos; el boxeo es un juego muy serio, si se entiende el juego como deporte o, a la inversa, el deporte como juego. En el primer capítulo señale que el juego se relaciona naturalmente con muchas ideas, entre ellas están la de holgura, libertad y azar. Es claro que en la vida disfrutamos de estas tres, pero a la primera siempre se le relaciona con el despreocupado de una visión muy contemporánea de productividad, a la segunda con una inalcanzable utopía y a la última, que es la que nos aqueja, la que nos preocupa, a la indeterminación. Es la sombra que sigue a todos los actos humanos aunque la mayor indeterminación sea saber sobre la muerte ¿Cómo? ¿Cuándo? y ¿Dónde? Aunque es de hecho lo única segura en nuestra existencia, pensando un poco en Heidegger: es la única posibilidad segura del ser, de entre un sinfín de posibilidades.  

 

Wacquant advierte en una cita de su libro:

 

“Vislumbramos de paso todo lo que la sociología inspirada en la teoría de juegos ganaría tomando como paradigma un juego tan «corporal» como el boxeo en lugar de una lucha eminentemente intelectual como el ajedrez o la estrategia militar.” [55]  

 

Yo imagino todo lo que la filosofía ganaría si tomáramos como paradigma, para hacer filosofía, el deporte y entre ellos el boxeo, un deporte sofisticado corporal e intelectual. Los grandes filósofos como Sócrates y Platón se entrenaron en técnicas de combate, seguramente el pugilato y la lucha.

 

“Sugestivamente, Platón, cuando quiere hallar la más audaz definición de la filosofía, allá en la hora culminante de su pensar más riguroso, allá en pleno diálogo Sophistés, dirá que la filosofía [...] cuya traducción más exacta es ésta: la ciencia de los deportistas. ¿Qué le hubiera acontecido a Platón si aquí hubiera dicho eso? ¿Y si encima de eso, hubiera situado su disertación en un gimnasio público, donde los jóvenes elegantes de Atenas, atraídos por la cabeza redonda de Sócrates, se agolpaban en torno a su palabra como falenas en torno a una linterna y alargaban a él sus largos cuellos de discóbolos?” [56]

 

La práctica del boxeo representó para mí una forma de hacer arte, de transformar y reconfigurar mi cuerpo, como lo hace el escultor con la madera o la piedra; el cuerpo como bitácora y obra al mismo tiempo, las contiendas boxísticas como exhibiciones y todo el conocimiento que ahí aprendí como una herramienta con la que he establecido conexiones en algunos proyectos artísticos ―para hablar de violencia, trabajo, sufrimiento, entre otras ideas. Es la inmersión no solo una excusa metodológica que puede usarse como herramienta de acercamiento a un medio o disciplina. También puede configurarse como un proyecto en sí mismo.

 

El acto ocioso y, por ende, el hiato puede encontrarse dentro del boxeo, en su didáctica y práctica dentro del gimnasio. En su ejecución como boxeador se encuentra el acto creativo, en el que el boxeador encarna la voluntad creadora y el juego es el núcleo de su esencia; en donde su filosofía es una especie de dialéctica que se reconcilia en la lucha de contrarios: esquina roja vs esquina azul; o quizá sea, después de todo, filosofar con el cuerpo. Es su ejecución un ejercicio plástico de incontables razones estéticas, ―aunque el pasar por este proceso sea una realidad concreta en mí― para los fines de este ensayo: es un proyecto de artista.



 





[1] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Madrid, España (2001).: Autor.
[2] La palabra griega ataraxia, está compuesta por a= sin, y taraji=  turbación, preocupación agitación, desorden, perturbación; y significa tranquilidad, serenidad y paz de espíritu.
 
[3] RIVAS FERNÁNDEZ José,  “La sociedad del ocio: un reto para los archivos” Revista Códice, julio-diciembre, vol. 2, número 002, Colombia (2006) pp. 71-82; p.72
 
[4] GOMES Christianne, ELIZALDE Rodrigo, “Trabajo, tiempo libre y ocio en la contemporaneidad: contradicciones y desafíos” Polis, Revista de la universidad bolivariana, volumen 8, No. 22 (2009) p. 249.
 
[5]  MURAKAMI Haruki, “De que hablo cuando hablo de correr”, Maxi en tusquets editores, México, (2011) p. 32
[6] RECIO FERNÁNDEZ Eloy, El juego: un planteamiento filosófico, A parte rei, 66, España (Noviembre 2009) p.25
[7] Palabra inglesa que en una traducción no literal, pero bastante aceptada, se conoce como "lo ya visto", y que deriva en el "objeto encontrado" del surrealismo. Proviene de un acto practicado por primera vez por Marcel Duchamp, en 1915, y consiste en titular "artísticamente" objetos producidos industrialmente, con una mínima o ninguna intervención, declarándolos de esta manera "obras de arte", porque según Duchamp, "arte es lo que se denomina arte" y por lo tanto, lo puede ser cualquier cosa.
[8] Carta de Marcel Duchamp a Hans Richter (1962). Citada por Edward Lucie-Smith en Movimientos en el Arte desde 1945, Emecé Editores.
[9] HUIZINGA Johan, Homo ludens, editorial Alianza,  Madrid, 1972. p12
 
[10] Léase RECIO FERNÁNDEZ Eloy, El juego: un planteamiento filosófico, A parte rei, revista de filosofía no.66, España (Noviembre 2009). 
 
[11] GARZARELLI Jorge,  “El juego, soporte del deporte”  Psicología del deporte, parte 001, Buenos aires (2005) pp. 1
 
[12] Frase atribuida a Marcel Duchamp
 
[13]PÉREZ SEGURA Javier , Nuevas imaginerías del arte: El juguete como escultura moderna, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Historia del Arte Contemporáneo Madrid, ed. Anales de la historia del arte, vol. 15, España 2005 281-295 p. 281
 
[14] Cita en el texto,  PÉREZ SEGURA Javier, Nuevas imaginerías del arte: El juguete como escultura moderna, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Historia del Arte Contemporáneo Madrid, ed. Anales de la historia del arte vol. 15 (2005) p. 285. -En concreto, en ese texto fundamental se puede leer: “regresando, si se puede, por un esfuerzo retrospectivo de la imaginación, a nuestras más jóvenes impresiones, y vemos cómo se siguen nuestras facultades espirituales más puras e intactas. El niño ve todo como novedad. Nada se parece más a lo que se llama inspiración que la alegría con que el niño absorbe la forma y el color. El genio es la infancia reencontrada a voluntad… El salvaje y el niño testimonian, por su aspiración ingenua hacia lo brillante, hacia la majestuosidad superlativa de las formas artificiales, su disgusto por lo real que prueban la inmortalidad de su alma”. Baudelaire, Écrits sur l’art…, op. cit., pp. 374-380.
 
[15]  PÉREZ SEGURA Javier, Nuevas imaginerías del arte: El juguete como escultura moderna, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Historia del Arte Contemporáneo Madrid, ed. Anales de la historia del arte, vol. 15 (2005) p. 285
[16]  RECIO FERNÁNDEZ Eloy, El juego: un planteamiento filosófico, A parte rei revista de folosofia, no.66, España (Noviembre 2009) p.24
[17]  HEIDEGGER Martin, Introducción a la filosofía de, 1999, Cátedra, Madrid, 2001, p. 329 
[18] GADAMER Hans-Georg, Verdad y método, ediciones SÍGUEME-SALAMANCA, 1999, España, p. 143 en este libro se encuentra una cita sobre la palabra juego donde se explica el concepto de spiel  que a la letra dice “El termino alemán correspondiente, das spiel, posee una serie compleja de asociaciones semánticas que no tienen correlato en español, y que hacen difícil seguir el razonamiento que se plantea en los capitulos siguientes. La principal de estas asociaciones es la que lo une al mundo del teatro: una pieza teatral también es un spiel, juego; los actores son spieler, jugadores; la obra no se interpreta sino que se juega: es wird gespielt. De este modo el alemán sugiere inmediatamente la asociación entre las ideas de juego y representación, ajena al español.
[19] Véase GRASSET Jean-Paul,  El mundo como juego de la vida. Heidegger, el concepto de Spiel y la trascendencia, Doctorado en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte, Facultad de arte de la universidad de Chile, 2009, pp. 8,9
 
[20]  HEIDEGGER Martin, Introducción a la filosofía, 1999, Cátedra, Madrid, 2001, p. 322 
[21]  Ibíd p. 322 
[22]  Léase en la introducción de Manuel Garrido que hace en Tiempo y ser de Martin Heidegger, Ed. Tecnos
quinta edición, 2011, escribe sobre el concepto de Dasein: la voz alemana dasein (que normalmente significa
existencia humana), se deje leer etimológicamente como el combinado de partículas Da-sein  (estar-ahí) veía
el autor un guiño favorable de su lengua nativa a su teoría.
 
[23] HEIDEGGER Martin, Introducción a la filosofía, 1999, Cátedra, Madrid, 2001, p. 322. 
 
[24] GRASSET Jean-Paul,  El mundo como juego de la vida. Heidegger, el concepto de Spiel y la trascendencia,
Doctorado en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte, Facultad de arte de la universidad de Chile, 2009,
pp. 11, 12
  
[25] ibíd. p. 11.
 
[26]  GARZARELLI Jorge,  “El juego, soporte del deporte”  Psicología del deporte, parte 001, Buenos aires (2005) p. 1
 
[27] Léase, OLIVERA BETRÁN Javier, Reflexiones en torno al origen del deporte, Apunts, Educación física y deporte, (1993) p.1. Esta ponencia fue presentada en el congreso nacional de AEISAD (Asociación española de investigación social aplicada al deporte) el 23-24 de octubre de 1992 en Burriana (Castellón).
 
[28] PAREDES ORTÍZ Jesús,  “El deporte como juego: un análisis cultural” Tesis doctoral, Facultad de filosofía y letras, Universidad de alicante (2002) pp. 392
 
[29] Ibíd. pp. 396
 
[30] OLVERA Beltrán Javier, En torno a una estética del deporte, Apunts: educación física y deporte, No.84 (2006) pp. 1
[31] Frase que dijera el sociólogo francés Pierre Bordieu en una entrevista de radio de Banlieue (zona conurbada) donde se lanza a explicar las bases de su pensamiento entre cortes de rap y bajo la mirada inquisidora del locutor, esta entrevista fue registrada en el Documental titulado Pierre Bordieu: La sociología es un deporte de combate, del director Pierre Carles, C-P productions y VF films (2001)
 
[32] MARTÍNEZ MIGUÉLEZ Miguel, El método etnográfico de investigación, DIALÓGICA: Revista multidisciplinaria, Vol. I, No. 1 (2004) pp. 13-44.
El Dr. Miguel Martínez es Profesor-Investigador (Titular, Jubilado) sobre Epistemología y Metodología Cualitativa en los Postgrados de la Universidad Simón Bolívar de Caracas
 
[33] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, ed. siglo XXI, Argentina 2006.
 
[34] BOSOER Fabián, entrevista al sociólogo y antropólogo Loic Wacquant. La marginalidad actual no se resuelve sólo con crecimiento y empleo. Cuadernos del CENDES, enero-abril, vol. 25, número 067, Universidad central de Venezuela (2008) pp. 125-128
 
[35] GALEANO Diego y TROTTA Lucia, La sociología como contra-discurso. Entrevista a Loic Wacquant, cuestiones de sociología, Revista de estudios sociales No. 1 (2003) pp. 197  
[36] GUBER, Rosana.  La etnografía.  Método, campo y reflexividad.  Enciclopedia Latinoamericana de sociocultura y comunicación.  Norma (2001) p.101.
 
[37] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2006. p. 22
 
[38] VILLALOBOS Álvaro,  Presentación y representación en el arte contemporáneo, Ambientaciones, instalaciones, happening y performance, Universidad autónoma del estado de México; Escuela de artes plásticas (2000)  
 
[39] Ibid., p.65. 
 
[40] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2006. p. 27; véase nota al pie de página que dice “Kurt Wolf definió el concepto de «abandono» en etnografía como algo que implica «un compromiso total, la suspensión de los prejuicios, la pertinencia de todo, la identificación y el riesgo de que te hagan daño»
 
[41] Ibid., p.66. 
 
[42] Con relación a la frase que use “danza ejecutada por los boxeadores” véase el cortometraje titulado “Round en la sombra” dirigido por Alfredo Salomón, producciones Santas (2007) o léase la novela de Patricia Camacho titulada “Danza y Box: bálsamo y herida” Fondo de cultura económica (2007)    
[43] HESÍODO, Los trabajos y los días, v. 285-290, citado en el libro de Platón, La república, editores mexicanos unidos, México, 1983, pp.83     
 
[44] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2006. p. 75.
 
[45] Revisar la conferencia “El estadio del espejo como formador de la función del yo” de Jacques Lacan, presentada en el XVI congreso internacional de psicoanálisis en Zurich el 17 de julio de 1949.
 
[46] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2006. p. 95.
[47] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2006. p. 72.
 
[48]  MURAKAMI Haruki, “De que hablo cuando hablo de correr”, Maxi en tusquets editores, México, 2011, pp.  32
 
[49] Ibíd. pp.  33
 
[50]  GADAMER Hans-Georg, Verdad y método, ediciones sígueme-salamanca, 1999, España, p. 144.
 
[51]  HUERTAS Ruiz Joaquín Darío, El juego como problema filosófico,  Signos, 33, n. 2, Bogotá, p. 57-70, 2012, p.62; el texto entrecomillado pertenece a un extracto del libro FINK, Eugene El oasis de la felicidad,  Pensamientos para una ontología del juego. México: UNAM. 1966,  p. 21
 
[52]  HUERTAS Ruiz Joaquín Darío, El juego como problema filosófico,  Signos, 33, n. 2, Bogotá, p. 57-70, 2012, p.62; el texto entrecomillado pertenece a un extracto del libro FINK, Eugene The ontology of play, Celina, Ohio: Society of the Precious Blood. 1974. p. 161.
 
[53]  HUERTAS Ruiz Joaquín Darío, El juego como problema filosófico,  Signos, 33, n. 2, Bogotá, p. 57-70, 2012; p. 63
 
[54] WAQCUANT Loic, Entre las cuerdas. Apuntes de un aprendiz de boxeador, Ed. Siglo XXI, Argentina, 2006. p. 61.
[55]  Ibíd.  p. 97.
 
[56]  ORTEGA; GASSET, J. ¿Qué es filosofía? Madrid: Espasa Calpe. 2007. p. 102.